sábado, 28 de mayo de 2011

GUSTAV MOREAU

GUSTAV MOREAU



De lo Fantástico Visionario (IV): “Edipo y la Esfinge” de Gustave Moreau.

Cuando inicié esta sección dedicada a las representaciones de “lo fantástico” tenía claro que incluiríaAa Gusstave Moreau en ella, por ser uno de mis artistas favoritos y también por haber sido polémico en su tiempo por sus temas poco habituales. Su mundo está poblado de seres y criaturas fascinantes con una cierta predilección por lo monstruoso y la belleza de lo extraño. Entre sus galerías de Salomés, jóvenes andróginos, unicornios y demás bestias se me hizo difícil escoger sólo uno entre ellos, al final me decidí por este “Edipo y la Esfinge” aunque con pena por haber dejado fuera al resto de prodigios e invenciones bárbaras:
Moreau presentó “Edipo y la Esfinge” en el Salón parisino de 1864, representando en el óleo el enfrentamiento entre el joven tebano y el monstruo de cabeza femeninade quien nadie lograba escapar vivo a sus enigmas.
El famoso acertijo (¿qué ser es el que anda de mañana a cuatro pies, a mediodía con dos y por la noche con tres?), fue resuelto correctamente por Edipo tras lo cual la esfinge, furibunda, se suicidó, salvándose así Tebas de su yugo. Como consecuencia, Edipo fue nombrado rey casándose con la viuda de Layo, Yocasta, su madre… pero esta historia ya la conocen bien, el señor Freud se encargó de hacerla célebre.
El cuadro expone la atracción magnética entre sus miradas, la dominación del viajero sobre la esfinge alada, todo ello con una fuerte carga sensual, con la esfinge encaramada a su cuerpo, acariciando con sus garras el muslo de Edipo, traspasando la distancia permitida entre el hombre y la bestia.
Los parisinos que se acercaron ese año al salón quedaron hechizados por la extraña perversidad de la obra, pero también un poco escandalizados. Edouard Schuré le dedicó estas líneas en su libro “Précurseurs et révoltes” de 1904:
“Apoyado en su lanza, la espalda en la roca, un pie al borde del abismo, el atleta pensador, delgado y musculoso, está en coloquio con la Esfinge. Pues es una Esfinge hembra la que ha concebido la leyenda tebana. Se ha subido a él. Sus garras traseras se enganchan a sus muslos, sus garras delanteras surcan su pecho. Su grupa de leona se arquea, sus dos alas se yerguen, su seno de mujer apunta al corazón del héroe, y su perfil fugitivo, irónico, agresivo, le interroga, le plantea la cuestión. Lleva una corona. Pues, desde tiempos inmemoriales, la Naturaleza temible, seductora, insondable, es la reina del hombre. De todos aquellos a los que ha dicho “¿cuál es la palabra de mi enigma?”, nadie ha sabido responder. A todos les ha destrozado y han caído al abismo. Pero Edipo, a su máscara terrible, a su mirada aguda, responde: “¡La palabra de tu enigma es el hombre, soy yo! Yo te llevo en mí mismo con un dios además: mi conciencia y mi voluntad. Con este dios te mido desde la grupa a la cabellera y desde los ojos al fondo de las entrañas.
Y la Esfinge, vencida por el Hombre, no tiene más que arrojarse a su abismo. Así la Naturaleza, penetrada en la jerarquía de sus fuerzas, es vencida por el Hombre que la resume y la sobrepasa con el pensamiento. He aquí lo que dice Edipo de Moreau con la limpidez incisiva de un bajorrelieve antiguo”.
La interpretación de Schuré es en clave psicológica, viendo en la Esfinge el reflejo del espejo de Narciso, el monstruo con el que se enfrenta el hombre al mirarse de frente y su propio enigma. Lo cierto es que este tema de la Esfinge obsesionó a Moreau durante toda su carrera, fue uno de las más recurrentes en su producción: “Edipo viajero”, “Mujer en una gruta”, “Esfinge roja”… Tal vez sabía que podía vencerla, adivinando la pregunta que se escapaba de sus labios de fresa, pero saberse vencedor no le hace a uno feliz.



Simbolismo. Pintura Simbolista

Simbolismo de Gustave MoreauEl término simbolista procede del ámbito literario. El primero en utilizarlo fue el poeta Jean Moréas en 1885 en su "Manifiesto Simbolista" y posteriormente se aplicó a la nueva pintura ya que las intenciones de los poetas y los pintores eran semejantes.

El Simbolismo es un movimiento literario y de artes plásticas que se originó en Francia en la década de 1880, paralelo al post-impresionismo, y que surgió como reacción al enfoque realista implícito en el Impresionismo. Tanto el Impresionismo, como el idealismo y el naturalismo académico se habían identificado con los problemas contemporáneos, políticos, morales e intelectuales. Los artistas de 1885 disgustados por la incapacidad de la sociedad para resolver estos problemas buscaron nuevos valores basados en lo espiritual. Desean crear una pintura no supeditada a la realidad de su momento, rechazan lo que trae consigo la vida diaria, la aglomeración, la actividad industrial y la degradación.

Se va creando un estado de decepción frente al positivismo y cientifismo imperante y se descubre una realidad más allá de lo empírico. A esto contribuye Schopenhauer, que en su oposición al positivismo, insiste en que el mundo visible es mera apariencia y que sólo adquiere importancia cuando somos conscientes de que a través de él se expresa la verdad eterna.

Él defiende no el pintar el objeto en sí mismo, sino para trascender a otros ámbitos a través de la intuición y la contemplación.

Los simbolistas consideran que la obra de arte equivale a una emoción provocada por la experiencia. Tratan de exteriorizar una idea, de analizar el yo. Les interesa la capacidad de sugerir, de establecer correspondencias entre los objetos y las sensaciones, el misterio, el ocultismo. Sienten la necesidad de expresar una realidad distinta a lo tangible y tienden hacia la espiritualidad. El símbolo se convierte en su instrumento de comunicación decantándose por figuras que trascienden lo material y son signos de mundos ideales y raros. Hay una inclinación hacia lo sobrenatural, lo que no se ve, hacia el mundo de las sombras.

La revelación de Freud acerca de la vida de los sueños y la existencia de una parte irracional en lo humano es aplicada al programa simbolista reivindicando la búsqueda interior.

Cultivarán el subjetivismo, el antirracionalismo y aflorará el interés por el cristianismo y las tradiciones diversas. Estudian la ambigüedad, la belleza hermafrodita, lo andrógino, la mujer fatal que destroza cuando ama, lo femenino devorador. La mujer brota del mundo del inconsciente y para huir de la realidad adopta forma de esfinge, de sirena, de araña o de genio alado. Los seres que aparecen en ese mundo de sueño serán incorpóreos.

Prestan especial atención a la forma, pero la ponen al servicio de unos ideales que van más allá de la pura apariencia. Plasman sus sueños y fantasías por medio de la alusión al símbolo y a una rica ornamentación. A veces utilizan colores fuertes para resaltar el sentido onírico de lo sobrenatural. Puede decirse que es una pintura de ideas, sintética, subjetiva y decorativa. Los precursores de esta nueva pintura son Gustave Moreau, Puvis de Chavannes y Odilon Redon.

Gustave Moreau (1826-1898)

Se le puede considerar el precursor del Simbolismo. Se caracteriza por un lenguaje formal de extraordinaria riqueza ornamental y cromática. Trabajó el pigmento con texturas muy gruesas, por lo que la superficie resulta irregular. El mundo de Moreau está poblado de adolescentes andróginos, mujeres fascinantes y perversas y personajes extraídos de la Historia Sagrada que se convierten en eres humanos o mitos clásicos.

En La aparición narra la aparición de la cabeza de San Juan Bautista a Salomé. Es una obra de contenido religioso, sin embargo, la figura femenina posee una gran sensualidad y representa a la mujer fatal.

Simbolismo. Gustave Moreau

En Edipo y la esfinge introduce un mundo mitológico lleno de significados, se pegunta por la esencia humana. Otras obras son Piedad, Orfeo, Hércules y la Hidra de Lerna, La danza de Salomé, Los unicornios.

Puvis de Chavannes ( 1824-1898)

Es el más clásico, las ideas que quiere plasmar se mueven dentro de lo equilibrado, lo tranquilo. La mayor parte de su obra son grandes murales para edificios públicos, hechos al óleo y no a fresco, lo que le obligó a suprimir la tercera dimensión.

Su énfasis sobre lo plano le llevó a las más atrevidas distorsiones, tanto en perspectiva como en la figura. En la década de 1870 realiza La esperanza, el título ya indica que no se trata de una simple imagen, sino de una idea. Es un personaje asequible, examinado de forma académica, pero al servicio de una idea. Simboliza la paz y la esperanza con un tema de guerra franco prusiana.

Puvis de Chavannes. Pintura simbolista

En Visión antigua vuelve al mundo mitológico, de ninfas, muestra una naturaleza irreal, idealizada. Transmite paz y sosiego. En El verano mantiene la misma idea, figuras inertes al servicio de la idea de calma, relax.

Odilon Redon (1840-1919)

El interés por el inconsciente, lo onírico y lo fantástico se hace patente en su temática. Su obra se puede dividir en dos partes, una en blanco y negro y otra en color. Para él, el negro era el príncipe de los colores. La araña sonriente, El sueño acaba con la muerte o El ojo como un globo extraño se dirige hacia el infinito son algunos ejemplos. Esta última es un precedente claro del surrealismo. El tema del ojo permite la conexión con los surrealistas, aunque también es una actitud simbolista. En sus litografías aparecen metáforas a obras de escritores como Edgar Alan Poe, Baudelaire o Flauvert.

Pintura de Odilon Redon

A partir de 1895 surge el color en numerosas pinturas al óleo y pastel. Su obra se hace más brillante y alegre y aparece el estudio de las flores. Por ejemplo, Ofelia entre las flores, Cíclope u Orfeo.

El simbolismo no puede definirse como un estilo unitario, sino como un conglomerado de encuentros pictóricos individuales que supera nacionalidades y límites cronológicos. En esta línea podemos encontrar figuras tan dispares como Van Gogh, Gaugain, Klimt o Munch. El simbolismo derivará en una aplicación bella y cotidiana de profunda raigambre en el arte europeo de finales del S. XIX y principios del S. XX, el Art Nouveau.

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